Hay una condena que llevamos a cuestas de la que muy pocos llegan a liberarse. En la vida nos enseñan que debemos triunfar, ser exitosos, pero esto es solo un discurso, retórica que se repite mecánicamente sin creer en ella. La triste verdad es que crecemos condicionados a la medianía, a mirar el éxito a través de una pantalla: sueños al alcance de la mano, pero que no podemos tocar.
He descubierto que todos en la vida tenemos un momento en el que revelamos nuestra vocación, una voz interna nos dice: ¡Quiero ser artista! (o presidente, chef de alta cocina, deportista profesional).…