Son los duendes más famosos de la mitología maya. Nadie conoce su origen pero se sabe que los grandes hechiceros mayas, los llamados H-Kin (hombres sol), eran capaces de formarlos y darles vida. La mayoría de las creencias los relacionan con los elementales de la tierra y les otorgan roles de protectores de la naturaleza aunque este concepto se

contradice con la mayoría de los relatos y literatura que existe sobre ellos.  

Los aluxes miden unos 30cm de altura, tienen cuerpos infantiles y regordetes pero con un rostro ajado de facciones angulosas, más parecido al de los ancianos. Tienen ojos negros y muy grandes, cabelleras largas sujetas con múltiples trenzas, chongos o con tocados muy rústicos.  Su piel puede ser gris, verdosa o cobriza, su vestimenta es sencilla, usan faldones, capas o taparrabos de apariencia orgánica, de colores marrones o verdes que los ayudan a perderse en la vegetación. Están descalzos, usan collares y brazaletes también muy rústicos hechos de pedazos de madera, ramas, piedras, pieles o huesos. Según las leyendas, los aluxes son creados con un propósito, generalmente el de proteger una milpa, un bosque, una cueva o un templo. Cuando ese propósito se ha cumplido, estos duendes vagan libres por el Mayab buscando a otros Aluxes con los que se reúnen y forman pequeñas comunidades.

El proceso de creación de un alux es sofisticado y fascinante. Durante la luna llena, el hechicero que lo creará junta barro rojo y comienza a formar al alux, el proceso dura siete lunas. La primera se crean los pies y le ponen una gota de sangre de lagartija para que sus pisadas sean suaves y silenciosas, en las piernas ponen una gota de sangre de venado para que sean ágiles y veloces. La segunda luna, se construye con barro su vientre y se le coloca un grano de maíz tierno, para que consuma alimentos sencillos. La tercera luna, se forma el torax empleando más barro y sangre de paloma y de jaguar, para que sea afectuoso con sus creadores y a la vez implacable con sus enemigos. La cuarta se hacen los brazos y las manos utilizando sangre de boa y mono aullador, para que sea fuerte y ágil. La quinta luna se le pone en la garganta un pequeño caracol mágico que contiene todos los sonidos y voces de la naturaleza para que sea capaz de hablar todas las lenguas, y en los ojos, se derrama una gota de sangre de lechuza para que pueda ver en la oscuridad. La sexta, antes del amanecer, se cocina al alux con leña de ceiba, para que el fuego del árbol más sagrado termine de formarlo. La séptima luna, el hechicero presenta al alux en un altar en el que se pronuncian palabras secretas que invocaban a los espíritus de la naturaleza a los que se les pide que concedan vida al duende. Las palabras resuenan en el templo como ecos pronunciados por decenas de voces, se forman ventiscas y neblinas blancas que rodean a la figura de barro y poco a poco, el hombrecillo, comienza a moverse, hasta que abre los ojos y se incorpora. Este es un momento crucial pues es cuando el hechicero debe asignarle una tarea, si no lo hace, el Alux vagará libre y cualquiera puede asignarle un propósito.

Los Aluxes son juguetones, hasta traviesos, pero se debe comprender que estos duendes tienen una moralidad distinta a la humana, por eso lo que puede ser divertido para un alux puede ser aterrador o peligroso para un hombre. Conocen de magia y son implacables con los transgresores de sus dominios, pueden provocar ventarrones y remolinos, hacerse invisibles, mover objetos con el poder de sus pensamientos, encantar animales y plantas, incluso controlar la mente y provocar alucinaciones. La relación entre hombres y aluxes es delicada y debe mantenerse basada en el respeto, la manera más usual de honrarla son las ofrendas que pueden consistir en alimentos, bebidas, tabaco y dulces (miel por ejemplo).  Los aluxes tienen un enemigo mortal: los akaxes, también conocidos como los duendes oscuros.